La leyenda de
un expresidente que gobierna más allá de la muerte
En el Palacio de
Miraflores existe un retrato ecuestre del expresidente Joaquín Crespo, pintado
por el célebre artista Arturo Michelena. El cuadro se encuentra colgado en el
salón que, precisamente, lleva el nombre del caudillo, quien había ordenado
construir la edificación como su residencia familiar a finales del Siglo XIX,
pero que nunca llegó a ocupar. Según una leyenda, el alma en pena del
exmandatario ronda algunas noches el palacio, donde mira con amargo encono su
estampa sobre un hermoso corcel, cuando en realidad e irónicamente murió
montado sobre el lomo de un humilde burro. Hay quienes, incluso,
responsabilizan al espíritu de Crespo de muchas de las decisiones equivocadas
que toman los gobernantes venezolanos de turno, gracias a persuasivas y
embrujadas sugerencias, susurradas a sus oídos en el despacho presidencial. Si
quieres saber más acerca de esta leyenda, te invito a leer la novela El Santo
del Amor. Allí descubrirás cómo el espectro de Joaquín Crespo pudo haber estado
involucrado en uno de los escándalos de corrupción más sonados de Venezuela.
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